La cuestión acerca del vínculo
entre desarrollo financiero y crecimiento económico tiene una larga y
prestigiosa historia. Algunos estudios más recientes muestran que existe un significativo vínculo
empírico entre el desarrollo financiero (tamaño en relación con el PBI,
profundidad, acceso, eficiencia y estabilidad, incluidos los mercados,
intermediarios, diversidad de activos, instituciones y las regulaciones) y el
crecimiento económico.
El desarrollo financiero mejora la canalización de los flujos de sectores superavitarios a sectores que necesitan financiamiento intermediando ahorros globales y domésticos hacia la inversión en capital humano y físico, generando información sobre rentabilidad y asignación de capital y la baja de costos por escala en la agregación de recursos y en la generación de información. Además facilita el monitoreo de los proyectos y de los gerenciamientos corporativos, ayuda a atenuar los riesgos de diversificación y de intertemporalidad y tiende a facilitar el intercambio de bienes, servicios y activos. Baja, así, la volatilidad económica y su impacto sobre las relaciones macro-microeconómicas. Se ve la relación que tiene con la capacidad productiva de la economía y con el acceso al crédito, suavizando el consumo dependiente de la fluctuación del ingreso, y amortigua los ciclos económicos, facilitando, al mismo tiempo, el crecimiento más equilibrado.
En Argentina, la crisis del fin
de la convertibilidad ha impactado fuertemente en su desarrollo financiero, del
que no han podido recuperarse. Basta ver los datos publicados en el último
informe de desarrollo financiero del World
Economic Forum en donde Argentina ocupa el puesto 55 de 60 países evaluados.
Sólo para ilustrar con algunos datos la relación entre el total de activos
financieros y el PBI es del 87,6%, mientras que en otros países de la región,
como Brasil, Chile y Perú, esta relación alcanza el 233,2%, 244,8% y 124,5%,
respectivamente.El desarrollo financiero mejora la canalización de los flujos de sectores superavitarios a sectores que necesitan financiamiento intermediando ahorros globales y domésticos hacia la inversión en capital humano y físico, generando información sobre rentabilidad y asignación de capital y la baja de costos por escala en la agregación de recursos y en la generación de información. Además facilita el monitoreo de los proyectos y de los gerenciamientos corporativos, ayuda a atenuar los riesgos de diversificación y de intertemporalidad y tiende a facilitar el intercambio de bienes, servicios y activos. Baja, así, la volatilidad económica y su impacto sobre las relaciones macro-microeconómicas. Se ve la relación que tiene con la capacidad productiva de la economía y con el acceso al crédito, suavizando el consumo dependiente de la fluctuación del ingreso, y amortigua los ciclos económicos, facilitando, al mismo tiempo, el crecimiento más equilibrado.
Relación Total de Activos Financieros / PBI
Fuente: Elaboración
propia en base a WEF 2012
Otro problema parece ser la
calidad de la diversificación de estos activos: en Argentina se observa una
marcada concentración en la deuda pública, que se lleva un poco más de la mitad
del mercado mientras que la otra mitad está repartida principalmente entre
acciones y depósitos bancarios (19,7% y 23,9%), mientras que en los otros
países de la región, e incluso en los países desarrollados tomados como
referencia, esta relación tiende a invertirse[1].
Composición del Total de Activos Financieros
Fuente: Elaboración
propia en base a WEF 2012.
Está claro que la relación entre
el crecimiento que experimentó el país en los últimos 9 años y su desarrollo
financiero está desfasada.
El gobierno parece haber tomado
nota de este problema, ya que en los últimos días anunció que llevará al
Congreso Nacional un Proyecto de Ley que propone una profunda reforma del
mercado de capitales. Sin embargo, hay un error de diagnóstico, lo que podría
hacer ineficaces estas reformas.
En gran parte, la Argentina aprovechó,
en su etapa post-convertibilidad, la enorme capacidad ociosa que dejó la crisis
de 2001/2002, lo que hizo innecesario hacer foco en la recomposición del
sistema financiero y del mercado de capitales. Después, estas funciones
comenzaron a ser suplidas por la Administración Nacional de Seguridad Social,
alimentada previamente por los fondos de la re-estatización del sistema privado
de seguridad social, es decir, un financiamiento inter-generacional, y por el
gobierno central a través de la captación del ahorro vía deuda pública y Banco
Central. También, en un esfuerzo por impulsar el crédito, el gobierno ha tomado
medidas como la de obligar a los bancos a prestar determinado porcentaje de sus
depósitos privados hacia la industria, complementada con la medida anunciada
hace algunos días que obliga a las compañías de seguros a “invertir en la
economía real”. Esto trae grandes problemas de eficiencia y de transparencia
institucional.
Gran parte del problema del
desarrollo financiero en la Argentina está ligado a la demanda de crédito. Esto
tiene relación con las inestabilidades macro que generaron cambios en la
estructura micro. El golpe sufrido por la crisis del fin de la convertibilidad
ha llevado, por un lado, al cambio conductual de los agentes con respecto a la
confianza en el sistema financiero[2]
(agravado por el hecho de que tampoco existen tasas reales positivas que
estimulen los depósitos a largo plazo) y, por el otro, al cambio por parte de
la estructura productiva, principalmente las pymes, que muchas veces se
autoexcluyen de la demanda crediticia por creer o saber que no cumplirán los
requisitos solicitados por los bancos. Las pymes que se han vuelto mucho más
aversas a financiarse a través de créditos (sea en el mercado financiero
tradicional, como en los mercados de capitales, al que, en general, a una pyme
le es mucho más dificultoso ingresar). A su vez, los bancos, ante señales de
incertidumbre, aumentan su preferencia por liquidez[3],
auto-endureciendo los requisitos para la oferta de crédito. Esto hace que el
círculo de subdesarrollo financiero se fortalezca.
Las medidas en dirección del
desarrollo financiero puede ser inefectivas si el lugar desde donde se aplica o el modo no son los correctos o no son
integrales: se puede fomentar la oferta de crédito, pero sin demanda, será una
medida inútil. Esto fortalece el la necesidad de ver globalmente al sistema.
Las políticas serán insuficientes si no se desarrollan condiciones
institucionales y macroeconómicas que permitan un verdadero desarrollo
financiero que acompañe o lidere un crecimiento económico. Este es un tema no
menor si se piensa que en Argentina gran parte del ahorro se está canalizando
por vías no tradicionales con el riesgo de generar burbujas en sectores no
productivos (e.g. inmuebles no industriales), o directamente yendo al consumo,
desfinanciando a sectores estratégicos como las pymes (gran motor de la
innovación) y al propio sector agro-industrial, principal generador de los
superávits de los últimos años, que ha podido hacer el catch-up con la productividad internacional gracias a la gran
innovación tecnológica que ha tenido en la etapa de la convertibilidad.
Por eso parece más bien
inevitable la necesidad de impulsar medidas de política económica que
favorezcan la estabilidad y el desarrollo financiero para que la Argentina
tenga un crecimiento sustentable. Salir de la trampa del subdesarrollo
financiero, debido en gran parte por las inestabilidades seriales, se ve como
un factor necesario, aunque no suficiente, para sostener las bases de un
crecimiento equilibrado a lo largo del tiempo.
La Argentina de la segunda década
del milenio enfrenta, así, el desafío de resolver con cuidado estos problemas o
de encontrar un nuevo paradigma económico, que parece improbable, en donde el
sector público supla, en calidad y eficiencia, al sector financiero y al
mercado de capitales.
Publicado en FundsAmerica
Publicado en FundsAmerica
[1] Dejamos al margen la discusión acerca
de la conveniencia de un sistema basado en bancos tradicionales o en mercados
de capitales.
[2] El tamaño relativo del
sistema financiero es chico, y, a su vez, la calidad de los depósitos,
principal insumo del sector, es de corto plazo o transaccional.
[3] Para proteger su propiedad, los agentes reaccionan aumentando su
preferencia por liquidez.
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