Trabajo elaborado en septiembre de 2010
En
el último tiempo, y dados algunos datos que ponen en duda la
recuperación económica, se discute entre los economistas sobre la
posibilidad de que Estados Unidos esté yendo hacia una trampa de
liquidez como la que sufrió Japón en los 90. Entre otros que plantean la
cuestión, están el Premio Nobel 2008, Paul Krugman.
La
última semana, economistas del Banco Mundial, que expusieron durante la
Conferencia de las Américas, advirtieron que la mezcla de un escenario
de “trampa de liquidez y tasas bajas” en la que está inmerso los Estados
Unidos y su lenta recuperación, con la alta demanda de comodities
provenientes de Asia pueden provocar un cóctel de presiones opuestas que
los bancos centrales deberán afrontar: el dilema de contener la
inflación sin perder competitividad en el tipo de cambio.
La
trampa de liquidez es un concepto keynesiano modelizado más tarde por
John Hicks a través del conocido “IS-LM”. La discusión parte de la
contraposición conceptual entre dos amigos y ex compañeros de clase:
Keynes y Pigou.
El
concepto keynesiano de trampa de liquidez se basa en un rompimiento
teórico con la tradición neoclásica que postula que la economía tiende
al equilibrio a través de la interacción de las fuerzas de mercado.
Equilibrio, en este sentido y entre algunas simplificaciones, implica el
pleno empleo o la tasa natural de desempleo, que son conceptos
análogos.
En
este sentido, Keynes dice que la economía puede encontrar un equilibrio
sin que necesariamente esté en pleno empleo. Cabría en este caso una
discusión más fina sobre el concepto económico de equilibrio aunque es
material para otro trabajo. Para simplificar, se tomará los dos
conceptos de equilibrio, el neoclásico y el keynesiano, como
equivalentes, con una salvedad que se verá al final de este apratado.
El
modelo, para tomar dimensión de la discusión teórica entre Keynes y
Pigou, es el mencionado IS-LM desarrollado por Hicks para sintetizar los
conceptos neoclásicos y keynesianos respecto del equilibrio de los
mercados de dinero y de bienes, y de los efectos de la política
monetaria y fiscal sobre el equilibrio de la economía. No se
profundizará sobre este modelo. Lo que hay que tener presente para
entender la discusión sobre la trampa de liquidez es que el modelo IS-LM
hace interactuar el mercado de dinero y el mercado de bienes a través
de una relación entre tasa de interés y nivel de producto. La curva IS
representa los puntos de equilibrio del mercado de bienes dados la tasa
de interés y el nivel de producto. La LM representa lo mismo pero en el
caso del mercado de dinero.
Una política monetaria expansiva, y suponiendo en este caso los precios constantes, desplazaría la curva LM a la derecha, bajando la tasa de interés y aumentando el producto hacia un nuevo equilibrio. Ahora, si se considera que la curva LM puede tener convexidad positiva (como se ve en el gráfico de abajo), en la zona de baja tasa de interés y bajo producto se parecería a una línea horizontal haciendo la política monetaria inútil, porque por más expansión monetaria que haya, no cambiaría los niveles de equilibrio como si se estuviese en una situación más parecida a la tradicional. Éste es el planteo keynesiano.
En
este último caso, la curva IS, que contiene a la inversión, el consumo y
el gasto del estado, se estaría corriendo hacia a la izquierda por el
supuesto de la contracción económica. En esta situación, al ser ineficaz
la política monetaria, Keynes proponía la política fiscal para traer
nuevamente la IS hacia la derecha.
La
discusión entre Keynes y Pigou se plantea en el contexto de la
capacidad de la economía de recuperar el equilibrio frente a una
perturbación que genere recesión y deflación. En la idea más tradicional
de Pigou está el efecto de saldos reales. Esto es, frente a una
deflación como consecuencia de una recesión, el valor del activo dinero
es creciente y los tenedores de liquidez perciben que son más ricos,
activando el consumo (la demanda) y restableciendo el equilibrio sin
necesidad de política monetaria ni fiscal.
El
punto de vista de Keynes predice que en el punto de trampa de liquidez,
el efecto Pigou, o de saldos reales no funciona. La deflación
secuencial, si es por acción de los mercados y no del gobierno, contiene
el peligro de generar nuevas expectativas de deflación. Un efecto
similar al de la hiperinflación. La deflación esperada aumenta la
cantidad de dinero demandado, que es el activo que se revalúa respecto
del resto (preferencia de liquidez sobre los bienes y preferencia de los
títulos sobre los bienes). Éste es el efecto que contrarrestaría el
efecto Pigou de saldos reales. La deflación no corrige la deficiencia
inicial en la demanda agregada que la inició, y al igual que una
inflación fuera de control, no tiene punto final. La velocidad de
circulación del dinero es cada vez menor, retroalimentando la baja de
precios y hundiendo el consumo y el nivel de demanda.
Sin
embargo, Keynes no demostró que existiera un equilibrio con exceso de
oferta, equilibrio en un sentido de estado estacionario. En un escenario
en que los salarios y los precios bajan en forma constante, revaluando,
además del activo líquido, las deudas, no parece tener características
de equilibrio a largo plazo. El equilibrio para Pigou contempla un
vaciamiento de los mercados, pero en la visión keynesiana no está
necesariamente incorporada esa idea. Keynes, en definitiva, lo que
plantea respecto de la controversia con Pigou es la posibilidad de que
su equilibrio no sea estable de forma global o que, a pesar de que el
equilibrio pigoutiano lo fuese, el desequilibrio podría ser prolongado y
pertinaz. La subutilización y la producción baja extendidas en el
tiempo erosionan la eficiencia marginal del capital con fuerza. Éste es
el riesgo mayor. En una recesión corta y no violenta la inversión se
sostiene por la expectativa de largo plazo de un nivel alto de empleo y
prosperidad. Si esa confianza se quiebra, es muy difícil volver a
reestablecerla, como ocurrió en Japón agravado por la inestabilidad
institucional, factor que no tiene Estados Unidos.
A
grandes rasgos, una de las conclusiones teóricas más importante dada
por los keynesianos a través del concepto de trampa de liquidez es que
cuando la política monetaria pierde efecto en este contexto, la solución
sería aplicar política fiscal expansiva.
El análisis empírico
La
pregunta es: ¿existe en la realidad la trampa de liquidez o es sólo una
argumentación teórica? En el marco teórico en el que discutieron Keynes
y Pigou nunca se estableció una investigación empírica, esto es, se
trataba en ese momento de una discusión teórica y nada más.
¿Pero existe o no la trampa de liquidez en la realidad?
Mucho
se habló Japón en los ´90 y de su trampa de liquidez. Lo que se hará es
tomar algunos indicadores económicos de la economía japonesa y estudiar
si su comportamiento durante los años ´90 se parecen a los
conceptuallizados por Keynes o no, y se compararán, a su vez, con los
mismos de la economía estadounidense para la última crisis.
El
eje central de la discusión sobre la trampa de liquidez es la
efectividad de la política monetaria en determinadas circunstancias.
Entonces, como primera medida, se verá qué ocurrió con la política
monetaria de Japón y de Estados Unidos.
Parece
que los eventos de crisis pasadas sirven como lecciones para los
hacedores de política económica. Este, al menos, parece ser el caso de
la política monetaria. Si se ve en comparación, la diferencia de
reacción del Banco de Japón y la de la Fed es abismal.
La
autoridad monetaria japonesa tardó 10 años en llevar la tasa a los
mínimos históricos desde el comienzo de una política monetaria expansiva
(del 6% al 0,10%). A la Reserva Federal le tomó sólo 18 meses en hacer
un recorrido similar (del 5,24% al 0,16%).
Fuente: Elaboración propia en base a BOJ y Fed
Esta
diferencia de velocidad de reacción de la autoridad monetaria, además
de generar un impacto en la economía real, está orientada a generar un
rápido cambio de las expectativas.
Los
datos se tomaron desde enero de 1990 para Japón y enero de 2006 para
Estados Unidos para ver la última etapa de la política monetaria
contractiva previa, el pico de la tasa y su posterior decline.
Otra
de las características que debería mostrar la trampa de liquidez era la
contracción de la economía. Para esto se analizaron comparativamente
los comportamientos de los productos reales desestacionalizados de las
dos economías, indiciándolas. Para el caso de la japonesa, la base es
del primer trimestre de 1991, y del primer trimestre de 2007 para la
estadounidense. La elección de la base es en función de que esos
trimestres están aproximadamente en la mitad del período de máximas
tasas de la última política monetaria contractiva.
Fuente: Elaboración propia en base a BOJ y U.S. Department of Commerce
Acá
hay que introducir una salvedad. Estrictamente no existe una depresión,
es decir una baja del producto. Lo que se ve en la economía del Japón
es un crecimiento sumamente pobre. En
el período de los diez años desde que comenzó la política monetaria
expansiva por parte del Banco de Japón (primer trimestre de 1991 hasta
el cuarto del 2000), el producto creció sólo el 11% en total, lo que
representa un promedio de 1,03% anual.
Entre
los dos picos (primer trimestre de 1997 y primero de 2008), es decir 41
trimestres, la economía japonesa creció sólo el 12,72% en total, lo que
representa un promedio anual de 1,07%.
Esto
quiere decir que la política totalmente expansiva del Banco de Japón,
con tasas cercanas al cero desde el primer trimestre de 1996 no
produjeron una reacción notable en el producto. Un crecimiento de estas
características es casi de carácter vegetativo.
Sin
embargo, para tomar una dimensión más ajustada del crecimiento, es
necesario tomar el PBI per cápita. En este caso se ve que el crecimiento
fue menor que el del PBI absoluto. Para hacer la comparación,
nuevamente se tomaron los PBI per cápita de ambas economías,
indiciándolas con base 1990 para el caso de Japón y con base 2006 para
el caso de Estados Unidos. Los datos, incluyendo las proyecciones, son
del FMI.
Fuente: Elaboración propia en base a FMI
Para
la economía de Japón, en 9 años (1990-1999), el producto tuvo un
crecimiento absoluto de 7,14%, lo que representa un promedio del 0,77%
anual. En el caso de Estados Unidos, y si se cumplen las proyecciones
del FMI al 2015, la economía estaría creciendo en términos per cápita,
6,99% en el período de 9 años (2006-2015), equiparando el crecimiento de
Japón de 1990 a 1999. El promedio anual para este período es de 0,75%.
Teniendo en cuenta el promedio anual de los 15 años anteriores
(1992-2006), el crecimiento fue de 2,14% casi tres veces lo que crecerá a pesar de la política monetaria ultra expansiva de la Fed.
En
este sentido, hay que analizar si, en el caso de Japón, el promedio de
crecimiento analizado del PBI per cápita es o no considerable. En la
década anterior (1981-1990), el PBI per cápita japonés creció, en
promedio anual, un 3,38%, casi cuatro veces y media que los 10 años
posteriores en que el Banco de Japón aplicó su política monetaria
expansiva (0,77% de crecimiento promedio anual).
En base a estos datos, se puede ver que la economía japonesa experimentó en los años noventa una tasa de crecimiento que no es normal, a pesar de la agresiva política monetaria que llevó la tasa a niveles cercanos al cero por ciento.
Sin
dudas, no es concluyente para determinar si existe o no ineficacia en
la política monetaria, pero al menos es llamativo que frente a tanta
liquidez en el sistema el producto no hubiera reaccionado más como
predecía el modelo tradicional. Se ensayarán más adelante algunas
explicaciones.
Por
otro lado, además de la evolución del producto (absoluto o per cápita),
es necesario ver qué sucedió con la utilización de la capacidad de la
economía. Para esto, se analizó la evolución del GAP output (es
decir, la diferencia entre lo que puede producir una economía y lo que
efectivamente produjo) como porcentaje del producto potencial.
Fuente: Elaboración propia en base a FMI
En
el primer tramo del histograma de la economía Japonesa, se ve el
indicador se va desacelerando hasta pasar a terreno negativo. Es preciso
recordar que la política monetaria expansiva por parte del Banco de
Japón comenzó gradualmente a mediados de 1991 hasta el último trimestre
del 1995 en que la mantuvo estable (tasas del 0,5%) hasta el 2001 en que
aplicó una nueva expansión monetaria (tasas del 0,10%).
El
comportamiento del GAP no parece tener una reacción adecuada con una
expansión monetaria. Sobre todo a partir del 2001 en que fue mucho más
agresiva.
El
caso de Estados Unidos, al menos lo que es al comienzo de la curva, se
parece bastante al japonés. Sin embargo, si las proyecciones del FMI se
cumplen, al menos en este sentido, la economía estadounidense tendería a
estabilizar su GAP hacia el año 2015.
Nuevamente,
este indicador aislado no es concluyente ya que hay que relacionar el
sector externo (tipo de cambio, intercambio comercial) y la inversión
(aumento o destrucción del producto potencial). Sin embargo, en conjunto
con los anteriores, dan la sensación de que los resultados de la
política monetaria no han sido lo suficientemente sólidos como podría
esperarse.
Se
introduce ahora el análisis del comportamiento de los precios. El
modelo keynesiano contemplaba la existencia de deflación en presencia de
trampa de liquidez. Esto significaba, según el modelo, una
retroalimentación de las expectativas al estilo hiperinflacionario,
aunque a la inversa en cuanto a los precios. Por eso la preocupación
actual para que no haya deflación. Una dosis de inflación fomenta el
consumo, otra variable que se analizará más adelante.
Nuevamente,
a los índices originales de ambas economías se les hizo un cambio de
base para poder compararlos (Japón: enero de 1991; EU: enero de 2007).
Japón
no tuvo estrictamente una deflación. Sin embargo, a lo largo de los
últimos 17/18 años no experimentó cambios significativos en los precios.
Esto quiere decir que los precios son más o menos iguales que hace casi
20 años. Esto es muy significativo en una economía que tiene tasas de
interés por debajo del 1% desde hace 15 años. De hecho, los precios
bajaron a partir de la nueva y más agresiva política monetaria que llevó
los niveles de tasa al 0,10%.
Haciendo
la comparación con Estados Unidos, se ve que los precios venían
sosteniendo una velocidad razonable hasta que cayeron por la crisis. La
recuperación de los precios, como se ve en el gráfico, todavía no
retornaron a la trayectoria anterior, y, en conjunto con los otros datos
que abren la posibilidad de un debilitamiento de la economía, todavía
podrían hacer un dibujo parecido al de Japón, o al menos, no se
encuentran condiciones suficientes para descartar esta posibilidad.
Fuente: Elaboración propia en base a BOJ y U.S. Department of Labor
Es
por esto que se sigue tan de cerca la evolución de los precios para
poder determinar su tendencia y evaluar, por un medio más, las
expectativas de los consumidores.
La
trampa de liquidez pronostica, como se explicó antes, un círculo
vicioso entre la expansión monetaria, la baja de precios y la baja del
consumo y de la inversión porque la espera revaloriza la tenencia del
activo líquido, bajando la velocidad de circulación, retroalimentando el
ciclo.
Esto
quiere decir que lo que la autoridad monetaria vuelca al mercado para
estimular la economía, el consumidor o el empresario prefieren guardarlo
en el bolsillo porque la dilación del consumo o la inversión hará que
se puedan comprar más bienes en un momento posterior, siempre suponiendo
la presencia de deflación. Algo parecido sucede con los créditos. Los
tomadores de crédito, ya sea para consumo o para inversión, prefieren
esperar porque una deflación revalúa las deudas.
Para
analizar qué pasó tanto con el consumo como la inversión se tomaron
para las dos economías las variaciones trimestrales y se anualizó la
tasa.
Fuente: Elaboración propia en base a BOJ
La
inversión japonesa registró mucha mayor variabilidad en sus movimientos
trimestrales que el consumo, que fue algo más estable.
Tomando
los promedios de los movimientos trimestrales como tasa anualizada,
desde el comienzo de la política monetaria expansiva, el consumo creció
1,13%, mientras que el de la inversión fue sólo 0,05%. Esto explica en
parte los movimientos en el GAP output del producto, y es fundamental
para entender el bajo crecimiento de la economía a pesar de la política
monetaria, una de las diferencias fundamentales con respecto a lo que se
puede esperar de la economía estadounidense.
El
principal motor de crecimiento de una economía es la inversión y la
innovación que esta trae, aumentando la productividad del factor
trabajo, como explican los modelos tradicionales de crecimiento.
Si
se analiza qué ocurrió con el consumo y la inversión en Estados Unidos,
a la inversa que en Japón, se ve que la inversión reaccionó con mucha
más fuerza que el consumo. Desde el tercer trimestre de 2009, la
inversión subió en promedio anualizado un 24,1% y el consumo un 1,6%. A
diferencia de la serie de Japón, ésta es poco significativa para
analizarla desde el comienzo de baja de tasa, lo que daría -3,6% para la
inversión y -0,2%.
Fuente: Elaboración propia en base a U.S. Department of Commerce
Pero
como el objetivo es analizar la reacción de ambas variables a la
política monetaria, es considerable tomarlo desde que el crecimiento se
tornó positivo. Cuando la serie sea más larga será significativo medirlo
de igual manera que se hizo para Japón.
De
todos modos, lo destacable es ver que, al menos por ahora, la inversión
ha reaccionado, en promedio, más que el consumo. Esto podría ser una
diferencia importante a la hora de comparar las dos economías, en tanto
que la base de la recuperación es un poco más sólida que la de Japón.
La
teoría keynesiana al proponer un caso en el que la política monetaria
resulta inefectiva a la hora de restablecer los equilibrios de la
economía, también postuló para estos casos la activación de la política
fiscal. Cuando se analizan los datos de la deuda de Japón, esta parece
ser la explicación a tan descomunal crecimiento.
Fuente: Elaboración propia en base a FMI
Volviendo a las comparaciones, a principios de los ´90, Japón tenía una relación deuda[1]-PBI de 66,74%. Para el 2000 esa relación ya era de 141,75%, para terminar en 2015, según las proyecciones del FMI en 248,81%.
En
el caso de Estados Unidos, en 2007 la deuda bruta era un 63,78% del
producto. Ocho años después, según las proyecciones del FMI, será el
109,67%. En Japón, para 1998 la relación era ya de 120,59%. La velocidad
del crecimiento de esta relación es inferior en Estados Unidos, lo que
podría mitigar un poco el potencial de crisis futuras. Sin embargo, la
tendencia del crecimiento sigue siendo una señal a tener en cuenta.
De
todos modos, este análisis también pareciera indicar que las
autoridades estadounidenses están percibiendo la posibilidad de que la
política monetaria podría estar encontrando sus límites y explicaría la
recurrencia a la política fiscal.
Hay
que hacer en este punto una importante salvedad. Dada la diferencia de
tamaño de ambas economías, y dado que la economía mundial está regida
aún por un patrón dólar, una política fiscal que no cumpla con el
objetivo perseguido, conjuntamente con una relación deuda–PBI creciente
es sin duda un punto de fragilidad estructural. Si a esto se suma una
deflación que aumente gradualmente la deuda, entonces la situación puede
tornarse explosiva. Por eso no es extraño ver a las autoridades
monetarias esforzándose constantemente por dejar en claro que están
dispuestas a mantener la política monetaria lo máximo posible durante el
tiempo que sea necesario. Si se cree que la inflación puede ser un
problema, en este contexto, no sería más que la solución. Y ciertamente
eso buscan en la Fed.
Por
último, un análisis que tiene que ver con la estabilidad política. La
razón de de este análisis tiene que ver con que dentro de la formación
de expectativas ingresan muchos factores, además de la perspectiva de
precios. En este sentido, Japón y Estados Unidos tienen una diferencia
en su estabilidad política, lo que podría haber influido negativamente
en el consumo y, sobre todo, en la inversión japonesa.
Japón
tiene un sistema político en el que el primer ministro, jefe de
Gobierno, es nombrado por la Cámara de Representantes de la Dieta (a
partir de la Segunda Guerra Mundial). Por tradición suele ser el
dirigente del partido político que posee la mayoría parlamentaria.
Como
se ve, desde 1980 a la actualidad, sólo dos cumplieron más de 4 años de
mandato. El promedio para estos 30 años es de menos de dos años de
gobierno (1,76 años). En Estados Unidos, desde 1981 se han gobernado
sólo cuatro presidentes (Reagan, Bush, Clinton y Bush hijo). Estos
cuatro presidentes tienen un promedio de gobierno de 7 años. Esto da una
clara diferencia en cuanto a la percepción de estabilidad institucional
y de continuidad de política económica.
Sin
embargo, también hay que tener en cuenta también que la mayor parte de
los Primeros Ministros han provenido del Partido Liberal Democrático.
Este partido ha gobernado casi el 86% del tiempo analizado. Pero lo
cierto es que el propio sistema político japonés propicia el
acortamiento de los mandatos. De hecho, según la constitución, es el
Emperador quien nombra al primer Ministro con el consejo de la Dieta.
Conclusiones
No
existe evidencia empírica suficiente que permita rechazar o afirmar la
similitud de la economía japonesa de los 90 con la actual de Estados
Unidos. Debido a que casi todas las variables están en el límite del
parecido, los próximos meses darán una idea más aproximada del sendero
que pueda seguir la economía de los Estados Unidos. Los últimos datos
que están entrando brindan una información indeterminada sobre la
evolución de la economía, aunque en principio dan señales de una
desaceleración en la recuperación y el fantasma de la deflación todavía
no se ha disipado. Una de las principales variables que sigue la Fed
bien de cerca son los precios. El temor a que una debilidad en la
economía y en las expectativas lleve a una nueva deflación está latente,
no sin sustento. Las razones son las consecuencias explicadas en este
trabajo de la retroalimentación que puede provocar la interacción entre
estos factores como el círculo vicioso de la hiperinflación. En gran
parte ésta es la idea que subyace en las autoridades de la Fed. Algo de
inflación sería parte del remedio a la baja del consumo. Sin embargo,
este mecanismo está sincronizado con otras variables y el riesgo final
de una estanflación tampoco está erradicado.
Los
precios podrían seguir el recorrido de los precios de Japón en los ´90
o, incluso, los del nuevo siglo. Los precios al consumidor en agosto
mostraron una desaceleración en la variación interanual (1,1% vs. 1,2%
de julio). Los precios al productor también se movieron en ese sentido
(3,1% vs 4,2% de julio). La tendencia muestra un aplanamiento.
En
cuanto al producto, la situación es un poco más complicada para la
economía estadounidense. La caída fue más profunda que en la japonesa,
tanto en el PBI absoluto como en el PBI per cápita. En cuanto a este
último, los estadounidenses estarán alcanzando, en la comparación
indiciada, al dato de Japón en 2015. Nuevamente, sí y sólo sí, el
crecimiento no se debilita aún más. Es decir, que la política monetaria
ha logrado sacar a la economía de la recesión, como es oficial por el
National Bureau of Economic Research (NBER) pero no ha logrado, según lo
que muestran datos y proyecciones, recuperar el vigor del crecimiento,
ni ha logrado cerrar las posibilidades de otra crisis, aunque serían
atribuibles también a otras causas estructurales que no se tratarán acá.
La
reacción de la Fed ha sido mucho más agresiva, en cuanto a velocidad,
que la del Banco de Japón. Sin embargo, la reacción de la economía
estadounidense no ha sido acorde, y esto, principalmente, es lo que
genera las grandes dudas. La política monetaria ha sido apoyada con
política fiscal en los dos casos. Se podría decir que el impacto de esta
política fiscal ha impactado mucho más en la relación deuda-PBI
japonesa que en la estadounidense. Sin embargo, si se equiparan los
períodos ajustándolos al estudio de este trabajo (1990-1998 Japón;
2007-2015 Estados Unidos), la comparación no es tanto más favorable para
Estados Unidos. En 2007 su deuda bruta era un 63,78% del producto. Ocho
años después será el 109,67%. En Japón, en 1990 era del 66,74%. Para
1998 la relación era ya de 120,59%. Es decir que la relación creció
80,67% en Japón y 76,66% para los períodos comparados.
De
todos modos existen algunas diferencias entre Japón y Estados Unidos
que fortalecen la postura en contra de la posibilidad de una trampa de
liquidez.
La
reacción de la inversión en Estados Unidos es mucho más sensible que en
Japón, al menos, hasta ahora. La reacción de la economía japonesa fue a
la inversa. Después de la aplicación de política monetaria laxa, en la
economía japonesa el factor que reacciona es el consumo privado y no la
inversión. En Estados Unidos, frente a la drástica baja de tasa, lo que
se mueve es la inversión y no el consumo. Esta es la primera pauta que
permitiría diferenciar estructuralmente una situación de la otra. El
motor del crecimiento de una economía a largo plazo está en la inversión
y no en el consumo.
La
institucionalidad japonesa no ha tenido un comportamiento de
estabilidad como en Estados Unidos. Esto significa una translación de
expectativas diferentes a los empresarios y a los consumidores que
podría haber influido en la construcción de tasas de inversión mucho
menos favorables en el caso de Japón como determinante del pobre
crecimiento de la economía durante los noventa.
El
output GAP pareciera comportarse de manera mucho más estable en la
economía estadounidense pos-crisis que en la japonesa. Un GAP tendiendo a
cero, como indican las proyecciones del FMI, indica el debilitamiento
de las posibilidades de una deflación.
Por
último, Estados Unidos tiene la ventaja de tener el dólar como patrón
mundial. Esto le da algunas herramientas más, como la generación de un
impacto inflacionario a nivel mundial para incentivar el consumo y la
licuación de deuda pública. Además, el tamaño y estructura de su
economía tiene ventajas que podrían ayudarla a no seguir el sendero de
la Japonesa.
Aunque
a través de este trabajo no se puedan llegar a conclusiones sólidas,
quedó planteado el eje de observación de los próximos meses, sobre la
economía más grande del mundo y de los posibles escenarios.
Queda
como material para otro trabajo, las similitudes y diferencias en los
orígenes de las crisis del Japón de los ´90 y la actual de los Estados
Unidos.